El amor entre Diego Armando Maradona y la camiseta de la Selección Argentina es una historia que viene de larga data y que sólo con su muerte pudo ser interrumpida. Su sueño de salir campeón del mundo, tantas veces visto en el emblemático video que muestra a un Diego niño contando sus aspiraciones frente a las cámaras de televisión, fue la primera expresión pública que se le conoce, y cuando no estuvo como jugador, acompañó como hincha y hasta cómo director técnico.

La primera vez que le tocó como jugador fue en España 1982, cuando el entrenador César Luis Menotti lo llevó como principal aporte a las figuras con las que había salido campeón cuatro años antes, en Argentina 1978. Pero la vez que se jugó en el país, fue su primera decepción, ya que el 10 era la promesa juvenil absoluta del momento, y se quedó afuera de la convocatoria a último momento.

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Ese fue el único mundial que Diego se perdió siendo jugador profesional, y quienes atestiguaron el momento en que el DT le informaba que se quedaba afuera de la lista, dieron testimonio de que no se lo bancó y se fue corriendo, entre llantos, como un nene. Sí, igual al niño que le contó a su pueblo el sueño que tenía.

La revancha, como siempre en la vida del barrilete cósmico, llegaría pronto. Primero como juvenil en 1979, cuando se llevaría el campeonato del mundo sub 20 en Japón tras vencer a la extinta Unión Soviética. Pero como mayor, en el mundial de México 1986 se alzaría con el trofeo en su mejor momento y con una plenitud absoluta que lo llevaría a ser consagrado a nivel mundial como el mejor de todos los tiempos.

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Y si bien el sinsabor de perder la final contra Alemania en Italia 1990 sería una de las desgracias deportivas de su vida, la más triste fue la de Estados Unidos 1994, el último mundial que lo encontró como futbolista activo y al que hizo un esfuerzo enorme por sumarse. Allí fue el alma del equipo que conducía Alfio “el Coco” Basile, a tal punto que sus compañeros no superarían la desmoralización que significó que se quede afuera por un doping positivo de efedrina y se quedarían afuera en octavos de final frente a la Rumania de Gheorghe Hagi.

Allí empezaron los mundiales sin el Diego, ya que luego de que se quede afuera de la competencia recibió la propuesta de ser comentarista para Canal 13 y la recordada triada de periodistas que componían el relator Marcelo Araujo, y los comentaristas Enrique Macaya Márquez y Adrián Paenza. Su rol duró sólo el último partido, pero no terminaría con su amor por la celeste y blanca.

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En EEUU 1994 cosechó una de sus frases más recordadas, la de “me cortaron las piernas”. Así fue que definió lo que había significado para él perderse la oportunidad de seguir disputando el torneo, asegurándole a los argentinos y argentinas que no se había drogado, algo de lo que que dieron testimonio sus colegas y el cuerpo técnico en aquel entonces.

Y esa cortada de piernas sería uno de los principales motivos de la recaída en su principal enemigo: la cocaína. Y a su vez lo pondría en una espiral descendente que terminaría con internaciones, escándalos públicos y hasta problemas judiciales. Todo este cóctel sumaría para que durante Francia 1998 acompañe desde la tribuna, ya que suspendió a último momento en contrato que tenía con América TV para ser comentarista.

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Una de las razones que separarían a Diego de esa selección fue la conducción de su rival y ex amigo Daniel Passarella, quien había hecho pasar por la peluquería a todos los que lo habían acompañado a buscar la gloria a Diego en Estados Unidos.

Diego venía de retirarse un año antes, pero a su vuelta como futbolista a Boca Juniors en 1995 había despertado en él una ilusión de volver a tener una oportunidad de levantar la copa más deseada del mundo nuevamente. “Quiero jugar en Francia 98”, había dicho en conferencia de prensa en aquel entonces.

Es que para él, perderse un mundial era de las peores cosas que podían vivirse como ser humano: “Sólo es comparable con ver cómo le pegan a tu vieja. Es una pesadilla”, declaró a El Gráfico luego de que la Selección se quede afuera contra Países Bajos en cuartos de final. Allí también tiraría por primera vez un sueño que cumpliría sólo 10 años después, el de volver a la Selección pero como entrenador. “Quiero ser el técnico de la Selección”, confesaría.

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Lamentablemente la cita no llegó antes porque el Diego volvió a caer en el mal de siempre y así fue que no pudo acompañar desde la tribuna al equipo que condujo Marcelo Bielsa en Corea / Japón 2002. Aunque allí también habría otras cuestiones más políticas, que invitarían al mejor Maradona a dejar sus frases siempre recordadas y picantes.

Por su adicción a las drogas, desde el país nipón decidieron impedirle el ingreso al mejor de todos los tiempos. Lo que motivaría que Diego le dé lugar a su lengua tan hábil como su gambeta: “Yo no maté a nadie y respeto las leyes japonesas. Yo no les tiré ninguna bomba nuclear. Es un contrasentido: si quieren salvaguardar a los japoneses deberían no permitirle entrar a Estados Unidos”, disparó.

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Finalmente el país asiático permitió su ingreso para la final entre Brasil y Alemania, la cual consagró campeona a la verde amarelha con Diego en las tribunas. “Pedí la visa con seis meses de anticipación. Aquí no hay mal manejo ni falta nada, sino una estupidez muy grande y va más allá del jugador de fútbol. Mi conciencia está tranquila, porque yo no le hice mal a nadie”, declaró en su momento.

Sí pudo estar al 100 por ciento y en su mejor momento desde que abandonó las drogas cuatro años después, en Alemania 2006. Aunque no pudo estar en las tribunas como hubiera preferido, ya que le tocó ser comentarista para la cadena Cuatro española durante todo el torneo.

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Sólo faltarían dos años para su asunción como DT y para el sueño interrumpido que significó el mundial de Sudáfrica 2010. Aunque antes dejaría otras máximas de él, como las que inventó durante la conferencia de prensa posterior a la agónica clasificación argentina frente a Perú, con el gol de Martín Palermo en el último minuto y la palomita de Diego bajo la lluvia.

De nada sirvió su amor a la camiseta y sus gritos de “nosotros hablamos en la cancha” que les dijo a sus futbolistas antes de enfrentar a Alemania en cuartos de final y perder por un contundente 4 a 0. Quienes lo vieron allí contaron que sus lágrimas inundaron el vestuario en aquella oportunidad y durante ese último sinsabor con la celeste y blanca.

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Aunque luego volvería a ser director técnico de equipos de diferentes ligas, rol en el que fallecería a cargo de Gimnasia de la Plata en 2020, durante Brasil 2014 Diego fue comentarista para Telesur junto al relator Víctor Hugo Morales, su amigo personal y autor del relato más emocionante de aquel gol histórico que metió contra Inglaterra en 1986.

El último mundial que vivió con vida no lo alejó del rol que, pase lo que pase, lo acompañaría hasta el último de sus días: el de hincha. En Rusia 2018 dejaría sus postales más recordadas, cuando aparecería como un ángel con los brazos abiertos y también como una momia por la postura histórica del luchador de Titanes en el Ring.

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También dejaría uno de los primeros sustos que advertían lo que vendría en su desenlace fatal, cuando le bajó la presión en el palco desde donde veía un encuentro y tuvo que ser atendido por el personal médico presente.

Su despedida física hace dos años, el 25 de noviembre de 2020, pasaría a la historia del país como uno de esos días donde todos los argentinos y las argentinas recordarían dónde estaban cuando se enteraron, así como cuando lo nombraron Papa a Jorge Bergoglio o cuando los dos Boeing chocaron contra las Torres Gemelas en Nueva York en 2001.

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La fantasía de que D10s acompañe a la Selección desde “el más allá”, desde el cielo, es una idea recurrente en la consciencia mística que los argentinos y las argentinas cosecharon luego de poder ver con sus propios ojos a una deidad como Diego en la cancha. Así fue como se llenó de fotos con supuestos maradonas viendo a la selección o jugando al fútbol en lugares inhóspitos.

Lo que es seguro que quienes lo amaron de una forma fanática están convencidos que su espíritu, si es que eso contra toda evidencia científica existe, estará en el mismo lugar de siempre, en el que soñó desde pebete, al lado de la celeste y blanca.